dia 22

Puedo afirmar que desde hace 20 días pocas cosas me sorprenden.
De echo pensaba que nada volvería a hacerlo jamás.
Sin embargo, si algo me ha enseñado la vida a estas alturas es, nunca digas nunca.

Esta mañana Pink me despertó exaltado. Me sacudió y me llevó casi a rastras hasta la puerta de entrada.
He tardado casi 15 minutos en recuperarme del shock. Ni un disparo me hubiese impactado tanto.
En la puerta de cristal, a trabes de la persiana metálica alguien ha estado dibujando.
Un enorme símbolo chorreante hecho con spray negro la cruza ahora de arriba abajo.
El mismo símbolo de la televisión.
Pink lo señalaba exaltado, y después al cielo, y después gesticulaba y después...

Los aviones.

Por lo que puedo entender, los aviones, o algo relacionado con los aviones llevaba el símbolo, pero no sé que decir.
No intentaron forzar la cadena para entrar.
No hicieron ruido.
En apenas 10 minutos habíamos recogido las cosas y corríamos tan lejos como nos permitían nuestras piernas y el carrito de la compra de aquel lugar.
Hemos serpenteado por las callejuelas del centro. No me atrevo a salir a una plaza abierta.

La misma pintada está en muchos sitios; tiendas, casas, parques.
Por idea de Pink ahora estamos en un ciber. Yo estoy mejor. Él no.
Ni siquiera se mueve, solo mira afuera como esperando algo con terror.

dia 19

Llevo dos dias dando vueltas por Barcelona.
Al principio Pink parecía reacio a salir, pero luego comprendió que yo iba en serio y me siguió cargado con algunas cosas.
Nos hemos atrincherado en el piso de arriba de un Starbucks después de encadenar la persiana por si acaso.
La tos que hace unos días me amargaba la vida ya ha desaparecido, auque solo en mi caso, mi amigo sigue con problemas pese a la mascara.
Creo que respiró demasiado, o tal vez es porque es mas niño, o de otra raza.
No lo sé, no soy medico.

Tendríamos que ir a una farmacia pero, joder, las que están abiertas ya han sido desvalijadas y las cerradas son como fortalezas.
Tenemos latas de sopa china al curry como para enterrarnos en ellas, cogidas de un LidL con el que nos cruzamos. Estoy harta de curry. Juro que cuando todo esto pase no volveré a probarlo.
Tenemos una pelotita verde.
Como no podemos hablar, a ratos nos dedicamos a tirárnosla. Al principio íbamos con cuidado, pero ya pasamos de todo y tenemos el Starbucks destrozado.
Hemos roto casi todas las tazas y dos espejos. Menos mal que nadie va a pagarlo.
Al menos el fin del mundo ha servido para que pueda liberar mi furia post adolescente contra uno de los grandes exponentes del capitalismo moderno.
Y si Mcdonalls hubiese tenido wifi también habría caído.
La radio sigue sin dar noticias y el símbolo aparecido en televisión hace aproximadamente dos horas que desapareció, dejándome de nuevo con el mensaje anterior.

Por las noches nos apiñamos para dormir juntos. Yo duermo sentada, ya me he acostumbrado a ello. A veces, antes de dormir Pink habla, cuenta historias que no entiendo, pero no importa, me las imagino y son preciosas y con sus manos y una linterna dibuja formas en la pared de enfrente que se mueven y bailan.
Animales que aúllan en la noche, y yo aplaudo como niña, porque es mejor que cualquier película y él sonríe un poco cansado y se duerme en mi regazo.
Si no fuera porque no sé nada de ninguno de mis seres queridos, porque el único alimento que hay es una pobre variedad de comida barata en lata y porque estoy pasando el Apocalipsis en un Starbucks, diría que han sido dos días inolvidables.

dia 15

Hemos pasado unos días a base de provisiones, y la verdad, estoy harta de comida enlatada.
Sin novedad hasta hoy.
Pero hoy todo ha cambiado.
Al encender el televisor en una de las habituales rondas que hago para comprobar que todo sigue en su sitio algo había cambiado, por primera vez en dos semanas.
El mensaje de la pantalla ha desaparecido y en su lugar hay un símbolo que se alterna a ratos con una especie de carta de ajuste.
Pink la señala y señala al cielo.

Estoy confusa.
Diría que parece el logotipo de alguna empresa pero es descabellado.
¿Podría ser que alguien se estuviese forrando con el fin del mundo?
Llevo horas dando vueltas.
No entiendo nada, pero la idea de salir de la zona en busca de mas supervivientes cada vez es mas atractiva.
Podría haber mas gente como Pink. Alguien que supiera algo o alguien que le entendiera.
Como mínimo salir me daría una visión más amplia de las cosas.
Mi nuevo amigo me mira desde el sofá. Sabe que tramo algo. No sé si querrá acompañarme.
Prepararé el portátil, y algo de comida para intentar estar cuanto más lejos mejor antes de que oscurezca.

dia 11

Ha dormido durante casi 14 horas.
Yo le veía hacerlo; cuando llevas casi diez días sin ver a otro ser humano las pequeñas cosas como la respiración, el movimiento de los ojos tras los párpados, la boca entreabierta o el cabello negro sobre la almohada te parecen fascinantes.
Le he tocado la mejilla un par de veces, para cerciorarme de que realmente estaba allí.

Y es hermoso como un muñeco, aunque bueno, podría ser la criatura más grotesca de la faz de la tierra que yo seguiría viéndole como un ángel caído del cielo.
Estoy feliz.
Al despertarse parecía desorientado y creo que mi actitud impaciente y eufórica no ha ayudado mucho.
Ha sido entonces cuando me he dado cuenta de que no habla castellano.
Apenas conoce algunas palabras en inglés. Dice que se llama Pink, o Bink, no le entiendo muy bien.
Que tiene 16 años y que lleva unos tres meses en Barcelona es todo lo que he podido lograr que me explique con gestos comprensibles.
He hecho referencia a las explosiones por mímica, dibujos y todo lo que se me ha ocurrido calendario en mano y he leído en sus ojos que había visto algo, algo que trataba de explicarme con sus palabras, sus gestos, unas onomatopeyas exageradas que dibujaban grandes desastres en mi mente.
Lo intentó durante horas.

Él salía,
él vio algo
algo hizo bum
y aparecieron aviones.

Lo de los aviones yo ya lo sabía. Era imposible no haberlos oído sobrevolar las casas, tan cerca que parecía que fuesen a caer.
Pero, aún me pregunto ¿qué fue lo que vio?
Me lo dibujaba una y otra vez con las manos, hasta verme negar con la cabeza.
Y ha dejado de intentarlo. Se ha sentado frustrado en el sofá y me ve escribir en silencio.

Desde que llevo mascarilla me siento mejor.
Por casa uso las de papel, porque mantenemos puertas y ventanas cerradas, poniendo trapos en cualquier agujero que vemos por nimio que sea, y en la calle la de los bomberos, a la que he acabado poniendo los filtros de cafetera instantánea, que esos nadie los ha robado del super.
Mi nuevo amigo no quiere salir de casa, ni quiere que yo salga.
Tiene la edad de mi hermano menor y tal vez por eso me inspira ternura. Me llama Mara y sonríe, y asiente como si me entendiera.
Creo que tendría que conseguir un diccionario decente porque (demostrado) no existe ninguno que valga la pena en Internet.
Solo ha servido para frustrarnos más.

dia 9

Ha pasado algo. Y es emocionante.
Tenía miedo de estarme volviendo loca pero no. Tal vez todo esto merezca mas la pena de lo que yo creía.
Estoy ansiosa, me tiemblan las manos, muchas cosas han pasado en 48 horas y ahora hay una respiración que acompaña a la mía.
Pero supongo que lo primero es hablar de mi nueva adquisición material y lo que pasó ayer antes de hablar de lo ocurrido hace un par de horas.

No me atrevo a ir ni por casa sin mascarillas.
Apenas me las quito para comer una vez al día.
Sigo estando como resfriada y me canso mas de lo normal con cada movimiento.
Sin embargo la mayonesa me ha hecho revivir. Y mi madre diciendo que tantas calorías en un mismo sitio no eran buenas. Mayonesa, patatas hervidas y pan seco. Todo regado con un buen trago de refresco me supo a manjar de reyes comparado con lo que he comido hasta ahora.
Además, digan lo que digan la mayonesa no caduca hasta la fecha que pone en el tarro.
Demostrado.
Voy cogiendo confianza poco a poco. Mi casa es un pequeño edificio, en el que la planta baja es una escuela de escaparatismo y en el primer piso solo hay dos casas; la de mi casero y la mía.
No está. El primer día traté de buscarles a él y a su esposa sin éxito. Así que una semana después me he decidido reventar la puerta de su casa por un caso de extrema necesidad; su bañera.
La mía estaba perfectamente acollada al suelo y habría tardado días en arrancarla, pero el capullo de mi casero tenía una de esas bañeras antiguas de patas de animal, tan (por llamarlo de alguna manera) pasada de moda.
Corto el agua antes de comenzar a pelearme durante casi 5 horas con la tubería que la une al desagüe y el cemento que pega las patas al suelo y doy gracias a dios por vivir puerta con puerta, algo muy útil a la hora de robar una bañera que pesa mas que tu.

No sé si en todos lados fue igual pero aquí todo comenzó con explosiones, como un bombardeo que duró casi dos días.
Temo que vuelva de modo que usaré la bañera como protección en caso de que así sea. No tengo ni siquiera el indicio de que vaya a pasar pero no puedo ni dormir por las noches pensando en que sí.
Tener la puta bañera le hará mucho bien a mi pobre mente obsesivo-compulsiva.
La dejo en la habitación mas interior de la casa, junto al piano y me dispongo a salir a la calle por segunda vez en busca de alimentos.
Con el mono verde y la mascara antigás parezco de un equipo de fumigación o un cazafantasmas venido a menos, pero bueno; todo es mejor que el chándal, y de nuevo, mochila al hombro y apenas salir por la puerta ahí estaba.
Pensé que estaba muerto, pero aún así no le había visto antes. Y eso ha sido motivo suficiente para acercarme.
Pero respiraba.
Algo menor que yo, o así lo creo, aunque no lo sé porque es oriental y nunca se me ha dado bien averiguar la edad de alguien asiático.
Le he tomado del hombro obligándole a sentarse y agitado levemente. Ni siquiera a notado que me acercaba.
Solo estaba ahí, tirado. Me ha mirado con miedo, revolviéndose un segundo con fuerza casi nula y he dejado de hacer presión para no asustarle.
Le he preguntado que como estaba, como se llamaba y no se cuantas cosas mas.
No me ha contestado porque la tos no se lo permitía.
Me ha mirado un segundo confusamente antes de caer de nuevamente redondo, dejándome con el papelón de subirle hasta casa.
Ni contar las peripecias que he tenido que hacer para subirle al piso.
Pero me alegro de tenerle aquí.
Ahora le veo dormir. Le he puesto una mascarilla y la tos ha bajado de intensidad.
Cuando despierte calentaré un poco de leche con galletas para celebrar nuestro encuentro.
 
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